ACUERDO DE CHILLAN DEL PARTIDO SOCIALISTA DE CHILE (1967)

(Resolución, adoptada por la unanimidad de sus integrantes, en el Congreso del Partido Socialista de Chile, celebrado en la ciudad de Chillán los días 24, 25 y 26 de noviembre de 1967. Fuente: “El Partido Socialista de Chile”, por Julio César Jobet, Editorial Prensa Latinoamericana, 1971).


El Congreso General del Partido Socialista estima que el desenlace de la próxima elección extraordinaria por Bío-Bío, Malleco y Cautín, no contribuye en manera alguna a la solución de los problemas que afectan al pueblo chileno y piensa que los intentos que, a pretexto suyo, se están realizando para resucitar una combinación política radical-socialista-comunista son profundamente perjudiciales para el desarrollo y maduración de la Izquierda chilena.

La incorporación del Partido Radical al frente político que hasta ahora dirige el Frente de Acción Popular, lejos de fortalecer a la Izquierda, la debilita extraordinariamente, engendrando y robusteciendo en ella toda suerte de ilusiones electoralistas que la experiencia ha demostrado ser absolutamente inconducentes para desencadenar un proceso revolucionario dirigido a la toma del poder, máxime cuando las elecciones se realizan con el fin principal de conseguir el mayor número de votos, aspiración que es contradictoria con el propósito de fortalecer orgánica, ideológica y políticamente el movimiento popular.

Estos intentos de incorporar al radicalismo al seno de la Izquierda, significan asegurar, artificialmente, la supervivencia de un partido caduco, que no expresa social ni ideológicamente a ninguna fuerza progresiva y que aspira a subsistir como factor político, mediante desplazamientos oportunistas en el dispositivo político nacional, que le permiten poner precio a su menguante poderío parlamentario y electoral, como lo ha demostrado, hasta la saciedad, la experiencia política de los últimos veinte años. Recuérdese la Concentración Nacional, durante la administración de González Videla, su cooperación interesada al gobierno de Alessandri y el papel que jugó en las elecciones de 1964 la candidatura radical.

Es la descomposición de los partidos Radical y Democratacristiano, y no su artificial supervivencia, el objetivo que busca la Izquierda Revolucionaria como uno de los medios más adecuados para ir definiendo el campo político chileno. Y quienes están interesados en provocar este esclarecimiento no pueden otorgar al radicalismo ‘patente de corso’ para que, so pretexto de una presunta posición izquierdista, alimente en el seno de la Izquierda ilusiones reformistas y electoreras que, felizmente, estamos logrando superar.

En consecuencia, el Partido Socialista promoverá, durante esa campaña electoral, un esclarecimiento político e ideológico, a través del que se denunciará aquélla, como una maniobra que pretende reconstituir la caduca combinación de Frente Popular, es decir, la alianza con un sector de la burguesía nacional, supuestamente progresista.

De ahí que se requiere un esfuerzo orgánico de todo el Partido, y en particular de la dirección nacional, de los parlamentarios y de los Comités Regionales de Bío-Bío, Malleco y Cautín, a fin de cumplir con este propósito lo que, en definitiva, significa la defensa de los postulados ideológicos del Partido, su independencia de clase, y la aplicación consecuente de la Política del Frente de Trabajadores, lo que sentará un precedente para las futuras acciones del Partido Socialista que, insistimos, deben conducir, indefectiblemente, hacia la toma del poder por las clases trabajadoras.

 

En cuanto al voto sobre la posición política nacional del PS su texto aprobado en el plenario del XXII Congreso General por la unanimidad de sus integrantes, dice así:

 

1.- El Partido Socialista, como organización marxista-leninista, plantea la toma del poder como objetivo estratégico a cumplir por esta generación, para instaurar un Estado Revolucionario que libere a Chile de la dependencia y del retraso económico y cultural e inicie la construcción del Socialismo.

 

2.- La violencia revolucionaria es inevitable y legítima. Resulta necesariamente del carácter represivo y armado del estado de clase. Constituye la única vía que conduce a la toma del poder político y económico y a su ulterior defensa y fortalecimiento. Sólo destruyendo el aparato burocrático y militar del estado burgués, puede consolidarse la revolución socialista.

 

3.- Las formas pacíficas o legales de lucha (reivindicativas, ideológicas, electorales, etc.) no conducen por sí mismas al poder. El Partido Socialista las considera como instrumentos limitados de acción, incorporados al proceso político que nos lleva a la lucha armada. Consecuentemente, las alianzas que el partido establezca sólo se justifican en la medida en que contribuyen a la realización de los objetivos estratégicos ya precisados.

 

4.- En 1957, el Partido Socialista formuló, en términos generales, la política del Frente de Trabajadores. La experiencia histórica nos permite enriquecerla en los siguientes términos:

La Política del Frente de Trabajadores propugna la unidad de acción del proletariado, campesinos y clases medias pobres, bajo la dirección del primero. El Frente de Trabajadores se ve reforzado por la incorporación de sectores estudiantiles y de intelectuales revolucionarios a la lucha política por el Socialismo.

Postulamos la independencia de clase del Frente de Trabajadores, considerando que la burguesía nacional es aliada del imperialismo y de hecho es su instrumento; por lo tanto, ha terminado por ser irreversiblemente contrarrevolucionaria. La alianza y compromisos permanentes con ella, ha traído solo derrotas y postergaciones al campo de los explotados.

Los acontecimientos vividos en América Latina durante los últimos años como consecuencia directa o indirecta de la revolución cubana han ido progresivamente continentalizando el proceso revolucionario y desplazándolo al terreno de la violencia, en la medida en que el imperialismo ha ido acentuando su estrategia continental y mundial contrarrevolucionaria para oponerse a los movimientos populares liberadores.

La política del Frente de Trabajadores se prolonga así, y se encuentra contenida en la política de la Organización Latinoamericana de Solidaridad, la que refleja la nueva dimensión continental y armada que ha adquirido el proceso revolucionario latinoamericano.

El Frente de Acción Popular, ha constituido desde los últimos 10 años la expresión política de la clase obrera sobre la base del entendimiento de los partidos Socialista y Comunista de Chile.

En las actuales condiciones chilenas y latinoamericanas, el FRAP debe adecuarse en sus objetivos y organización a la línea general de la política de OLAS, y debe estar destinado a convertirse en el Frente Político que una a todas las fuerzas anti-imperialistas revolucionarias que luchen consecuentemente por la revolución socialista.

 

5.- La situación de Chile se caracteriza porque el equilibrio inestable de muchos años, la “coexistencia pacífica” entre las clases, está llegando a su término, en coincidencia con el agudizamiento de la lucha contra el imperialismo en escala continental.

El fracaso de la política del gobierno de Frei, que ha precipitado este proceso, se expresa, entre otras cosas, por el estancamiento de la economía, por una inflación que se acelera, por la cesantía creciente y, últimamente, por el propósito de imponer por la fuerza una medida tan impopular como el reajuste inferior al alza del costo de la vida en el próximo año.

El conjunto de las clases trabajadoras ha comenzado a reaccionar vigorosamente, con una unidad más amplia contra la política de despojo de la burgue­sía y el gobierno, y ante estas circunstancias, este último, previendo que la protesta nacional adquiera mayores dimensiones, ha montado y sigue desarrollan­do un aparato policial militar, destinado a la represión en gran escala. ¡HAY UNA GRAN CRISIS NACIONAL EN MARCHA!

Paralelamente a la izquierdización de sectores cada vez más amplios de la población en el seno de los partidos burgueses, radical y democratacristiano, surgen directivas “izquierdistas”, que reflejan la inquietud en sus sectores de clase media. Por otra parte, pese a su servilismo, se ha endurecido la conducta del imperialismo frente al gobierno de Frei, porque éste no ha aplastado, hasta ahora, al movimiento organizado.

Además, de hecho, el gobierno democratacristiano ha perdido el apoyo del sector empresarial que le ayudó a llegar al poder. La gran burguesía, representada por el Partido Nacional, las centrales patronales, etc., ha recuperado su solidez y optimismo ante la posibilidad de convertirse en la alternativa yanqui para detener la insurgencia revolucionaria de las masas explotadas de nuestro país.

A todo lo anterior se suma un descontento general con evidente pérdida del apoyo popular de que el gobierno democratacristiano gozó al comienzo de su mandato. Hay desplazamiento hacia la Izquierda que cada día abarca sectores más extensos de la población, traducido en un descontento general, lo que nos permite concluir que se están creando las bases reales para un cambio decisivo de las estructuras del poder.

Se está creando un vacío político, que el imperialismo yanqui está dispuesto a no permitir que sea ocupado por las clases explotadas.

 

En resumen, se están desgastando con extraordinaria rapidez las bases del régimen democrático burgués, hasta ahora relativamente estables en nuestro país.

La evidencia dramática de lo que hemos concluido, está dada por el carácter adquirido por el último paro nacional organizado por la CUT. En este conflicto se desplegó el espíritu y voluntad de combate de los trabajadores a lo largo del país, superando los límites de una batalla con sentido estrictamente economista, en que se habían planteado las contiendas anteriores, y respondiendo con el coraje y valentía a la represión brutal y sistemática desencadenada por el gobierno.

El partido debe tener plena conciencia de que, en el futuro, las contiendas gremiales se profundizarán y paulatinamente serán revestidas de un sentido político más preciso y definido, abriéndose ante las masas la cuestión del poder.

La agudización de la lucha de clases y la tendencia del gobierno a acentuar las medidas represivas y a cerrar progresivamente el campo de la legalidad, obligan al PS a modificar substancialmente sus prácticas organizativas.

Es imperativo de nuestro. Partido convertirse realmente en una amplia estructura de núcleos profundamente enraizados en la clase, rodeados de una gama de organizaciones periféricas y preparados para afrontar las contingencias de la ilegalidad. El centralismo democrático y la disciplina consecuente serán convertidos en condiciones fundamentales para el funcionamiento del Partido en el nuevo contexto político.

 

 

 

 

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