"Entusiasma el cambio radical"

Por Sergio Baeza Valdés
[2 de mayo de 1991]

Hace dos semanas vinieron a Chile cerca de 200 extranjeros, principalmente latinoamericanos, para asistir a un congreso de análisis de la previsión privada en nuestro país organizado por la Asociación de Administradoras de Fondos de Pensiones. El elevado número de asistentes superó, con mucho, las expectativas más optimistas. El nivel de los visitantes resultó muy alto: un Ministro del Trabajo, una Viceministra de Hacienda, un Superintendente de Bancos, cuatro diputados, varios presidentes --de bancos, de corporaciones de ahorro y crédito, y de entidades de seguros--, y gerentes de muchas de las principales instituciones financieras del continente latinoamericano.

En sus consultas, preguntas y comentarios mostraron un enorme entusiasmo por la previsión privada chilena, y pudimos informarnos a través de ellos de los avances que, en toda Latinoamérica, están teniendo proyectos de reforma que contienen los dos elementos fundamentales de la reforma chilena: cuentas de ahorro individual y administración privada competitiva. No pude dejar de pensar, contagiado por el sentir de nuestros visitantes, que si viviéramos en otra época, habría correspondido al gremio asignar los fondos para encargar, a un artista de renombre, pintar la alegoría del triunfo de la previsión privada. Porque en verdad la reforma previsional ha triunfado. En esta oportunidad, en que se cumplen diez años y que se ha escrito la historia de la batalla por la reforma previsional, hay que decirlo fuerte y claro: el sistema se encuentra consolidado en el país y es admirado en el exterior.

Consolidación interna y admiración externa son atributos que se le han conferido al sistema porque se los ha ganado con tres muy contundentes razones:

La primera, que cuesta menos al país: se financia con sólo el 20% de las remuneraciones, en circunstancias que el régimen que vino a sustituir costaba más del 30% de las remuneraciones.

La segunda, que da mejores pensiones: ellas son entre un 50 y un 100% superiores a las de la vieja previsión.

Y la tercera, que presta un servicio infinitamente mejor, al rescatar al pensionado de la indignidad de un trámite que podía durar más de un año, para entregarle su pensión; ahora, se hace en menos de un mes.

El libro que presentamos hoy narra cómo se hizo la trascendental reforma que ha permitido estos resultados, resultados que son estudiados con gran interés por gobiernos de todo signo y de todas las latitudes. Relata asimismo las vicisitudes de una de las más importantes modernizaciones llevadas adelante por el gobierno del General Pinochet.

Un cambio social de la envergadura de la reforma previsional de 1980 no se hace fácilmente. Creo que resultará muy interesante para el lector y, especialmente para las personas que en toda América latina están trabajando por introducir cambios a la seguridad social estatal, tomar conciencia, a través de las páginas de este libro, de que en Chile se dio la concurrencia simultánea de tres factores, todos necesarios y ninguno suficiente por sí solo para producir el cambio.

En efecto, en 1979-1980 se dieron un momento histórico estelar, con su capacidad de modernizar al viejo Chile y, en particular, por una parte, el ambiente creado por la promulgación de las reformas laborales, que muestran que las intocables estructuras sociales pueden cambiarse para mejor y, por otra, unas finanzas públicas sanas, como probablemente ha ocurrido muy pocas veces en la historia del país.

La idea sólida y atractiva, que entusiasma, es el cambio radical, no el arreglo consensual, que consiste en sustituir el reparto benéfico por la capitalización individual, y la administración estatal socializante, por la empresa privada en competencia, pero sin descuidar al mismo tiempo a los más pobres, asegurándoles con fondos públicos una pensión mínima.

Y el conductor convencido y convincente es el joven Ministro del Trabajo y Previsión Social de la época, nuestro autor, capaz, con su energía, elocuencia y resistencia, de enfrentar la oposición a la reforma, en siete distintos flancos simultáneos, caer ante ella y posteriormente sobreponerse y vencerla.

Esa triple y feliz concurrencia hizo posible la reforma que hoy celebra diez años. Cuando cumpla otro tanto tal vez se hará especial hincapié en sus efectos políticos. Hoy ya puede destacarse que ella se defiende a sí misma. En efecto, como los afiliados y sus dependientes representan la inmensa mayoría de la población con derecho a voto, y como ha acumulado en cuentas individuales, en promedio, ahorros que suman más de cinco años de trabajo, es claro que as consecuencias políticas, para quienes atentaran contra ella, serían funestas. Mañana quedarán en evidencia otros efectos estabilizadores de esta reforma que ha convertido a una alta proporción de la fuerza de trabajo en genuinos capitalistas populares.

Me une con el autor, que presentamos esta tarde, una amistad larga de ya más de veinte años. Siento, por tanto, muy cercana ésta y también sus otras obras. Además, por haber hecho de la administración de las empresas privadas, que nacieron con la reforma, mi quehacer principal de los últimos diez años, puedo dar fe, documentadamente, de cómo millones de personas ven incrementado su bienestar con ahorros seguros que crecen con buena rentabilidad, con costos de administración que se reducen como consecuencia de la férrea disciplina de la competencia, y con un servicio que, por lo mismo, es cada día mejor.

Valoro enormemente la trascendencia de la obra de que da cuenta nuestro autor en este libro. No siendo pintor de renombre, ni viviendo en otro siglo más artístico, sino en este tan prosaico, he querido, sin embargo, con mi participación en este acto, hacer un esbozo verbal del triunfo de la previsión privada. Triunfo verdadero del país entero y también de mi amigo José Piñera.

 

 

 

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