Libertad para los pobres

Por Gonzalo Vial Correa

[Prólogo al libro "'Camino Nuevo" de José Piñera, 1993]

Ajeno a la política, no escribo este prólogo para el candidato José Piñera, sino para el José Piñera que conozco hace quince años; un hombre cuya vocación es el servicio público; que posee el don de aportar a ese servicio ideas originales, profundas y brillantes; y un segundo don: hacerlas realidad, y todavía un tercer don, el más maravilloso y trascendental... "vender" tales fórmulas teóricas y prácticas, convenciendo de ellas a tirios y troyanos.

Hay en la presente antología de sus artículos periodísticos, mucha pasión y ambición. Pasión que es inseparable de la política; ambición que no es mala si -como en el caso de José Piñera- va unida a la inquietud patriótica y al progreso, y no se alimenta en la vanidad, ni busca la gloria efímera o el medro personal.

Con todo, pasión y ambición -por la fuerza y colorido inmediato que dan a lo que se escribe- pueden dejar en la penumbra, o la semipenumbra, el fondo, lo fundamental, de estos artículos y su unidad básica, el hilo de pensamiento que los ata.

¿Cuál es ese fondo, el hilo unificador de lo que piensa y de cómo actúa José Piñera? Creo encontrar ese sustrato de pensamiento y acción, en algunas ideas básicas que -bajo distintas formas- aparecen en la mayoría de los artículos antologados. La primera de tales ideas es la de libertad.

José Piñera busca emancipar al chileno, especialmente al modesto, de quienes -alegando que lo hacen "por su bien"- aspiran a manejarlo, a tomar por él las decisiones que le son vitales y privativas.

La búsqueda concluye en el "mercado". A primera vista, esta parece ser una visión materializada de las cosas: reducir la vida humana al factor económico... "Tanto cuestas, tanto vales". Y la acusación de materialismo puede ser efectiva, si se extrema el enfoque economicista, se pretende que el "mercado" abrogue la ley moral, o se simplifica su concepto hasta hacer de él una caricatura.

Pero no sucede así con José Piñera, para quien el "mercado" -la concurrencia o competencia privada en un plano de igualdad, y de oferta y elección libres- es la única manera de que todos, y en particular los pobres, elijan entre varias opciones, cuando se trata de servicios complejos que pocos pueden acometer personalmente. Ejemplo: la previsión. En la reforma que el mismo José Piñera diseñó e hizo realidad, ya por más de una década (y una década exitosa), el sistema previsional es único, pero lo administran entes privados, las AFP, que compiten entre sí por dar un mejor servicio, y entre las cuales cada chileno y todo chileno elige libremente. El "mercado", entonces, es una forma de libertad.

Libertad para los pobres, pues los privilegiados ya la tenemos, justamente por obra de nuestros privilegios.

La acción pública, en el concepto de José Piñera, persigue extender la libertad en el tejido social.
Paradojalmente, el régimen militar -cuyo principal historial de libertades humanas, las mas elementales, quedó tan manchado- hizo en otros campos notables progresos libertarios, por ejemplo en la competencia económica externa e interna, la apertura a la empresa privada, las leyes laborales, la previsión, y el derecho de propiedad, cimiento esencial de todas las libertades. En los tres últimos aspectos, tocó a José Piñera, como se sabe, un papel protagónico.

Mas todavía queda mucho por hacer, y ése, reitero, es el sentido principal y de mayor profundidad de lo que José Piñera piensa, dice y actúa como hombre público. La educación de los pobres, su vivienda, su salud, la justicia que se les administra, presentan fallas gravísimas. Sin solucionarlas, la sociedad no puede ser justa, y si no se solucionan auténticamente por la vía de la libertad, se resolverán falsamente por alguna otra, socialista o populista, pero siempre tiránica.

Muchas de tales fallas tienen corrección utilizando el camino del mercado; otras no. Pero en todas, para superarlas sin desmedro sino, al revés, con aumento de la libertad, se requiere conciencia del problema y dedicación, conocimiento e ingenio para abordarlo en sus diversos aspectos. A ello contribuye el pensamiento de José Piñera, expuesto por él en estas y otras páginas.

La segunda idea matriz de la presente antología, que también guarda relación con la libertad, es la de dejar que los chilenos alcancen sus propias soluciones, aunque sean parciales, aunque no sean "ortodoxas"... La uniformidad es la muerte de las sociedades -como lo acaban de demostrar los "socialismos reales"- y la diversidad las vivifica.

Una y otra vez verá el lector que José Piñera ejemplifica en casos concretos la exuberancia popular: los pobres asociándose para solucionar problemas, para solidarizar, para crearse nuevas formas de vida y progreso. Y a menudo, según se comprobará, encontrando como único pero formidable obstáculo opuesto a su animoso empeño, la rigidez burocrática, para la cual no existe aquello de que "lo pequeño es hermoso".

Una tercera idea, asimismo encadenada con las anteriores, y que José Piñera halla en su camino, es la inmensa fuerza que constituye el pueblo asociado, el pueblo en acción.

El régimen militar fue un sistema de elites, una especie de "despotismo ilustrado", que hizo grandes cosas por la masa popular, pero al margen de ella y sin consultarla.

Hoy la "clase política" tiene la representación del pueblo -así invariablemente sucede en democracia- pero no es el pueblo (pese a lo que esa clase suele creer...). Este la supera inmensamente en amplitud, en empuje, y en riqueza y multiplicidad de matices. No se puede prescindir de los políticos, y sobre esto la crítica de Piñera me parece excesivamente pasional. Pero tampoco ellos, los políticos, deben pretender el monopolio de la representación popular, ni hacer política de toda manifestación de la vida social de las masas.

Creyendo ponerles a estas riendas y freno, sólo conseguirán aislarse y tener despertares terribles, como el de 1952, la elección presidencial de Carlos Ibáñez.

Muchas reflexiones más cabría hacer sobre las páginas que siguen, pero no es a mí a quien quiere oír el lector, sino a José Piñera.

No puedo predecir el futuro de su campaña y candidatura, pero ellas habrán servido, por lo menos, para que él -uno de los más originales hombres públicos de nuestro presente- se haya asomado nuevamente, con ojo limpio, patriótico e innovador, a la realidad social de Chile, materia prima de todo cambio positivo en el futuro del país.
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Gonzalo Vial Correa es historiador, profesor universitario, ex Ministro de Educación, ex miembro de la Comisión "Verdad y Reconciliación", y autor de varios libros, entre ellos una monumental "Historia de Chile".

 

 

 

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