CHINA Y CHILE

(In English)

por José Piñera (Revista Ercilla, 8 de Marzo de 1978).

China puede ser inmensamente más importante para el bienestar futuro de los chilenos que muchos de los sucesos que monopolizan la actual discusión nacional. Porque aquellos que como Hua Kuo-feng y Deng Tsiaoping pretenden conducir los asuntos de esa gran nación asiática con una alta dosis de racionalidad y pragmatismo, en contraste con el ideologismo extremado de antaño, pueden convertir a un país pobre y de escasa gravitación en la economía mundial en una nación moderna y una verdadera potencia económica.

Pese a las trabas inherentes a un sistema comunista, la introducción de los enormes avances tecnológicos de las últimas décadas, la modernización de la agricultura, el establecimiento de un sector industrial eficiente, y el desarrollo de la infraestructura que requiere el crecimiento de un país como éste, pueden lograr que China dé un gran salto hacia delante. Estrategia: una combinación inteligente de planificación centralizada, señales de mercado y utilización de incentivos materiales para aumentar la producción. Los “milagros” económicos de otros países asiáticos palidecerían ante el despegue de un continente de mil millones de habitantes.

A diferencia de los soviéticos, que archivaron en –aras de la virginidad socialista—los planes descentralizadores de Liberman, los actuales dirigentes chinos no parecen tener estos paralizantes prejuicios reaccionarios. Después de todo, es a Deng a quien se le atribuye haber dicho no importarle el color de los gatos siempre que efectivamente cacen ratones.

A finales del siglo XX, el desarrollo autárquico es una ilusión. El despegue chino incorporará un continente al comercio internacional, lo que puede tener repercusiones ampliamente positivas y de magnitud insospechadas en los flujos de comercio de aquellos países que –como Chile—han decidido amarrar sus economías a los enormes mercados internacionales.

Es preciso introducir la variable china en cualquier proyección del precio del cobre de largo plazo. China es ya un importador del metal chileno. Su uso futuro puede aumentar fuertemente en este país porque: (a) el despegue siempre es acompañado de una fuerte actividad en infraestructura, lo cual es especialmente cierto en un país-continente; (b) la industria eléctrica y automotriz china es prácticamente primitiva y tienen mucho camino por recorrer; y, (c) las tensiones con la Unión Soviética continuarán exigiendo el desarrollo de una industria de armamentos.

Pero no sólo las perspectivas del precio y demanda de cobre deben considerar esta posibilidad. El impacto de una economía gigante que irrumpe en los mercados internacionales puede hacer variar incluso las ventajas comparativas dinámicas de un país como Chile. Así, por ejemplo, no se conoce el efecto neto en el rubro forestal de la mayor producción y demanda que exigiría China. Existe poquísima información sobre las reservas de petróleo, gas y minerales. China es una gran incógnita que es preciso despejar.

Se puede esbozar una cuasiteoría del dominó en el campo económico. Si China –temida y admirada por muchos países asiáticos— cae en el desarrollo acelerado, se produce un estímulo fortísimo para que países como la India, otro país-continente, abandonen su ritmo económico de tortuga y aceleren la modernización de sus sociedades. Puede así producirse una cadena de eslabonamientos que, fortalecidos los unos a los otros, impulsen la entrada de varios países asiáticos al mundo semidesarrollado, con un impacto adicional sobre el comercio y la economía mundial.

Por mucho que hoy se hable de un mundo de estructura de poder pentapolar –EE.UU., URSS, China , Europa y Japón--, la realidad descarnada es que sólo las dos primeras son potencias integrales y dominan casi sin contrapeso la política mundial. A China le falta poderío económico, a Europa voluntad de superpotencia, a Japón el arma nuclear. El despegue de China rompería la actual bipolaridad.

A Chile –acosado y acorralado por una alianza non-sancta entre las dos potencias rectoras, que aparentemente no toleran el camino propio que busca el país en los ámbitos político y económico— sólo puede convenirle la irrupción de una tercera fuerza en el escenario mundial. Más aun: constituye un actor revolucionario que resiente el monopolio del poder de las actuales potencias.

En fin, es preciso prever el futuro –aun el más lejano— y estar atentos a los factores que pueden alterar el contexto de la economía y de la política mundial, cada vez más importantes para un país como Chile. Es preciso estudiar a China. Deng y Hua deben interesar a más de alguien en este país.

 

 

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