Entrevista: La cruzada mundial de José Piñera

(Está tan ocupado que sólo logramos contactarlo por mail. José Piñera, el padre del sistema de AFP, sigue dedicando gran parte de su tiempo a difundir el sistema de capitalización individual por el mundo. Y con éxito. Piñera fue dos veces ministro de Estado, candidato presidencial independiente y hoy presidente del Centro Internacional para la Reforma de las Pensiones y del Proyecto para privatizar el Social Security de Estados Unidos del Instituto Cato en Washington).

 

-El Presidente Bush elogió el modelo chileno de AFP que usted implementó en Chile y destacó que era un “gran ejemplo” para la reforma que necesita Estados Unidos. ¿Por qué es tan grave este problema para un país tan poderoso?

-Porque el sistema público de pensiones de Estados Unidos, llamado Social Security, es el programa de gasto público más grande del mundo, con desembolsos equivalentes a más de cinco veces el tamaño de la economía chilena. Y es un hecho reconocido que va a la quiebra, en el sentido de que no podrá mantener las promesas hechas a los trabajadores una vez que la generación del baby boom comience a jubilar hacia el 2010.

-¿A qué se refiere?

-El envejecimiento sostenido de la población hace imposible la sobrevivencia de un sistema de reparto estatal en que los trabajadores financian con sus impuestos a los jubilados, sin que exista acumulación de capital alguna. Es cierto que la mayor expectativa de vida también afecta a un sistema de capitalización, pero en este caso hay dos variables de corrección intrínsecas al sistema: ahorrar más y por más tiempo. Esto significa que ante el aumento de las expectativas de vida en Chile, la gente tendrá que trabajar más años si quería mejores pensiones. El sistema de AFP es extraordinario al permitir acumular capital de manera segura, transparente y rentable pero, por supuesto, no es ni puede ser milagroso. Si tenemos vidas más largas, es lógico que haya que ahorrar más durante nuestros años productivos para vivir esos años extra sin trabajar. Eso ya no es álgebra, sino sólo aritmética.

-¿Qué consecuencias tendría para Estados Unidos que se produjera la colisión de la que usted habla entre el Titanic y el iceberg?

-El gobierno americano tendría que rebajar las pensiones estatales, que sólo tienen un promedio de US$ 900 al mes, o subir los impuestos a los propios trabajadores que ya son altos y muy injustos, especialmente para los pobres y las personas de raza negra que tienen menores expectativas de vida, o salir al mercado de capitales a conseguir miles de millones de dólares adicionales, en préstamos. O una mezcla de todo lo anterior. En cualquier caso, una crisis enorme con repercusiones mundiales, que por cierto dañaría también a Chile.

-Después de su campaña presidencial, usted señaló que su causa futura sería exportar el sistema de AFP por todo el mundo. En cierta forma ya lo ha logrado en alrededor de 20 países. ¿Será posible llevarlo también a EE.UU.?

-Son cerca de 20 países en efecto, con 80 millones de afiliados y 300 millones contando sus familias. Sí, será muy difícil conseguirlo en Estados Unidos, como toda obra grande lo es, pero ahora es más posible que nunca. En último término, propongo reemplazar el sistema actual por uno anclado en la responsabilidad individual, que sea plenamente coherente con las ideas de Thomas Jefferson y los demás Padres Fundadores de los Estados Unidos. Sostengo que el Social Security es una anomalía histórica norteamericana, que se adoptó de esa manera en la tormentosa década del 30 porque los mercados de capitales estaban destrozados y existía una grave crisis social en Estados Unidos.

-¿Pero no fue creado por el popular Presidente Franklin Roosevelt?

-Claro que sí, pero el concepto del sistema de pensiones de reparto estatal que subyace al Social Security no fue una idea de origen americano, sino que una mala idea que tuvo su origen en la Prusia del siglo 19. Su creador fue Otto von Bismarck, el llamado Canciller de Hierro. En una ocasión, reconoció su motivación ulterior al sostener que ‘un trabajador que depende del Estado para su vejez es un hombre más dócil’. De Alemania, el sistema se extendió, primero por Europa, después llegó a Chile y Uruguay, y sólo tras la gran confusión que siguió a la Gran Depresión fue adoptado por Estados Unidos en 1935. A mi juicio, Bismarck es el padre de dos monstruos: la Alemania militarista, que produjo dos guerras mundiales en el siglo 20, y el megaestado que amenaza quebrar fiscalmente a muchas naciones desarrolladas en el siglo 21.

-¿Cuál es la esencia del “modelo chileno” y porque representa una solución?

-La esencia del modelo chileno de pensiones es que cada trabajador acumula capital para financiar su vejez y la de su familia. Considerando que las tendencias demográficas mundiales hacen inviable el reparto estatal, y dado el enorme desarrollo de los mercados de capitales, que permiten acumular capital con interés compuesto y con múltiples maneras de diversificar el riesgo, creo que la capitalización en cuentas de ahorro individual es la solución del siglo 21. Es muy simple y, al mismo tiempo, muy profundo: si los norteamericanos, europeos o japoneses, no procrean suficientes niños que los puedan mantener en el atardecer de sus vidas, tendrán que ahorrar durante los años laborales los suficientes dólares, euros o yenes, para solventar una vejez sin generar ingresos.

-¿Cuándo abordó el tema previsional con George W. Bush?

-Todo comenzó en junio de 1997, en la isla de Elba, allí mismo donde Napoleón estuvo desterrado. Conversando con otro pasajero de un crucero por la costa italiana, descubro que era muy amigo del entonces gobernador de Texas. Le explico mi cruzada por reformar el Social Security y le manifiesto mi interés por compartir mi experiencia con George W. Bush. A los dos meses, recibo una invitación a comer con él y Laura, su encantadora señora, en su propia casa. Pero en ese momento yo estaba en Chile. Por un instante pensé en postergarla, ya que pronto estaría de regreso en Washington. Pero preferí viajar los 10.000 kilómetros a Austin de inmediato, pues no podía perder la oportunidad de intentar “convertir” al gobernador de un gran Estado que expresaba así su interés. Fue una noche memorable, el diálogo fue largo y enriquecedor, y Bush quedó tan convencido que se comprometió con esta idea ya en su primera campaña presidencial. Por supuesto los atentados terroristas lo postergaron todo. Recuerdo que aproveché la ocasión para promover otra causa que me apasiona, una mayor integración económica entre América Latina y Estados Unidos, que incluye tratados de libre comercio, pero que podría ir mucho más lejos hasta crear una verdadera ‘comunidad americana’ de naciones, todas independientes y orgullosas de su cultura y tradiciones, pero partícipes de un continente unido y casi ilimitado en posibilidades.

-¿Qué oposición tendrá Bush para aprobar esta reforma en su segundo período?

-Aquella de personas que defienden cuotas ilegítimas de poder. Los que hemos realizado reformas estructurales sabemos lo inmensamente difícil que es el último tramo, donde se galvanizan y unen todos los frentes contrarios. Recuerdo las palabras de David Gallagher al presentar mi libro sobre esta reforma, El Cascabel al Gato, en que sostuvo que hacer estos cambios profundos en favor de mayorías sin rostro y sin poder, también significa echarse encima, no sólo a los intereses creados de siempre, sino que a veces incluso a aliados o amigos que nunca lo perdonarán. Imagínese la cantidad de personas, entre ellos también aliados de Bush, que perderán poder si se privatiza el programa de gobierno más grande del mundo, casi un cuarto de todo el gasto fiscal federal.

-¿Cuán diferente es el debate en Estados Unidos respecto de otros países?

-La verdad es que los argumentos, las inquietudes, las críticas, son casi idénticas. Todos comprenden que en este debate hay mucho en juego, pues se trata de un cambio de paradigma, de orientación de la economía y la sociedad. Nunca más esos seres “dóciles” frente al Estado a los que aspiraba Bismarck o esos “proletarios” a los que los condenaba el comunismo, sino que trabajadores que también son propietarios, tanto de capital financiero como de capital humano y, por lo tanto, mucho más libres y dignos.

-¿Cuál es el próximo país que iniciará cuentas privadas de capitalización?

-Eslovaquia, en enero de 2005. He estado varias veces en Bratislava. Ayudé a Ludovit Kanik, ministro del Trabajo, en conseguir la aprobación de la ley el año pasado en el Parlamento. Incluso vino a Santiago la comisión completa del Congreso, con parlamentarios de todas las tendencias, a conocer el sistema y discutir algunas definiciones pendientes clave.

-¿Qué hará usted si finalmente Estados Unidos crea un sistema de capitalización como el que propone?

-Mientras Dios me mantenga sano, y exista la posibilidad de luchar por un mundo mejor, seguiré en la batalla de las ideas. Me apasiona luchar por eliminar injusticias y extender la libertad en este mundo maravilloso pero imperfecto. Si no fuera así, me habría jubilado en esta lides en 1980 cuando, con 31 años y un equipo de excelencia, creamos el sistema de AFP. Siempre llevo conmigo estos versos de Tennyson que me interpretan: “Venid amigos/ que no es tarde para buscar un mundo nuevo/ pues sueño con navegar más allá del crepúsculo./ Y aunque ya no tengamos la fuerza/ que antaño movió cielos y tierra/ somos lo que somos/ un mismo temple de corazones heroicos/ debilitados por el tiempo/ pero voluntariosos para luchar, buscar y encontrar/ y no rendirse”.


(Por Matilde Oliva Diario Financiero, 26 de noviembre de 2004).

 

 

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